Agradecimientos al equipo de 07th Enquisition por todo el trabajo para la versión en español de Saya no Uta analizada en este reportaje.
Gen Urobuchi pertenece al selecto grupo de guionistas que son
reconocibles para una considerable parte del público, al punto de que la
publicidad del nuevo anime donde haya participado girará en torno a su nombre.
Y no es para menos, artífice de Madoka Magica (2011), Fate/Zero (2011) o Psycho
Pass (2012); animes que fueron una pequeña revolución en su género o
franquicia, es por sí solo, una de las personas más influyentes en la
industria durante la década pasada.
Entre sus otras obras se encuentran Aldnoah.Zero, la trilogía de
películas de Godzilla, un Kamen Raider y hasta un programa de títeres (del que
está muy orgulloso). Y por supuesto, su invaluable aporte en las Novelas
Visuales, donde radican sus orígenes y reside su Magnum Opus, mi segundo
texto de la iniciativa (20V1), Saya no Uta (2003).
Pese a que el público general consumidor de anime le conoce por las
obras mencionadas, no son tantos quienes le reconocen por su aporte en las
novelas visuales, evidentemente no es el caso entre los aficionados de las
novelas, donde su nombre es casi mítico. Porque su aporte, es potente y
trascendental, siendo reconocido como de los autores japoneses más importantes
del medio, al nivel de Maeda, Nasu, ryukishi07 o Naotaka. ¿La razón? Su mera
existencia, el aporte a la edificación de una de las compañías que serían
insignia de la industria, y cómo la “Canción de Saya” marco a una época por su
complejidad, aún si no logró una revolución tangible en su género.
Y no fue una simple casualidad o coincidencia del destino, Urobuchi
después de graduarse de la Universidad de Waku decidió convertirse en
novelista, inspirado por Shizuku (1996) y Kizuato (1996) de Leaf (mencionados
en el anterior texto), se enlista en la naciente compañía Nitroplus. Era el año
2000, en el amanecer de la nueva década, Nitro+ publica su primera novela y el
debut de Gen, Phantom of Inferno (2000).
Phantom of Inferno (2000) - Vampirdzhija Vjedogonia (2001) |
Historia de asesinos, recuerdos perdidos y unos cuántos giros, es
un comienzo más que digno. Con más de 7 finales y una duración de casi 30
horas, componen un debut ambicioso. Logró reunir un considerable público, los
cuáles se encargaron de mantenerlo vigente, y posteriormente la misma compañía
lo ha republicado varias veces por su valor histórico. Llegando al punto de
popularidad que tuvo adaptación anime de 26 episodios en 2009, en la cual él
mismo Gen se encargó como guionista.
En su debut ya mostraba varias características que serían sellos de
identidad en sus posteriores obras, entre ellas los imprevisibles giros, manejo
de temáticas “oscuras” y acciones polémicas sin inmutarse, o ambientaciones en
lugares poco comunes (buena parte ocurre en Estados Unidos). Más las ideas aún
se mantenían concordantes a la época, de todas formas, corresponde a que estaba
familiarizándose con el medio y buscaba de lo que sería capaz de lograr con
los elementos a su disposición.
He ahí para que girará completamente de ambientación en su próximo
trabajo, Vampirdzhija Vjedogonia (2001), tal como parece indicar el título,
vampiros, una perfecta ambientación para terror y erotismo sin tener que
sacrificar ninguno en favor del otro. Me encantaría leer la novela para
identificar si el tema principal de sus próximas 2 obras ya estaba presente, o
si hubo indicios de que así fuera, lamentablemente sólo está en chino y
japonés.
Conllevando a que deberé realizar una omisión de fe y concentrarme en su tercera obra, y la más importante para entender a Saya no Uta: Kikokugai- The Cyber Slayer. Publicada en 2002, es la tercera novela visual de la compañía, nuevamente da otro giro radical en ambientación y temáticas, siendo una historia Cyberpunk con artes marciales y transhumanismo. Para el desarrollo de las reseñas me concentraré en puntos importantes de ambas historias, así que, por si alguien lo dudaba, alerta de spoilers.
Y recomendación: Hace unos meses Spi le hizo reseña a Cyber Slayer,
invitados a leer una buena profundización sobre la novela.
Kikokugai - The Cyber Slayer (2002) |
En medio del debate y las exploraciones temáticas sobre
futuro/tradición, venganza y obsesión, Cyber Slayer es una historia de amor o
más bien, de desamor. Kong (el protagonista) se embarca en una cruzada
suicida para recuperar los restos de su hermana Ruili, quién después de haber
sido brutalmente violada y torturada, su conciencia es dividida en diferentes
“muñecas”. Tiene la esperanza de que una vez todas vuelvan a estar juntas, volverá
a contar con aquella a quién conocía.
El motor de la trama son las consecutivas batallas para la recuperación
de las muñecas, mientras las va recuperando se cuestiona cuál era la auténtica
relación que tenían como hermanos, poco a poco el amor fraternal cambia una
dependencia incestuosa, negada por uno, anhelada por la otra. La revelación
progresiva de como Kong se negaba a intentar comprender los sentimientos de
Ruili, refugiándose en el deber y la moralidad, dejándola sola e incomprendida,
abre otra vía de interpretación sobre los hechos ocurridos, y que sería
confirmados durante la fase final.
Siendo que la mente maestra no fue Liu Haojun, quién era el mejor amigo
de Kong, el que tomo control de la organización, se convirtió en jefe y lideró
el asalto a Ruili, sino la misma Ruili, quien lo pidió como un favor a Liu,
porque sería la única manera para captar la atención de su hermano. Este
después de conocer la verdad no puede evitar culparse, desgarrarse y en últimas
dejarse sumir en un mundo falso, pero preferible a la realidad de aceptar sus
propios errores.
Desamor, lo que motivo
a Ruili, la razón por la que aceptó Liu y lo que impulsaba la venganza y luego
guio la aceptación de Kong. Una historia de amor no permitido donde los
personajes no tenían ningún chance de conseguir lo que anhelaban, a excepción
de tal vez la protagonista, que a su juicio logro lo que se propuso, más si es
la misma persona que era entonces, es una pregunta todavía por responder, ya perteneciendo
a los tintes transhumanistas de la novela.
También contamos con otros rasgos como la crueldad o el planteamiento
visual, estos fueron pulidos en la próxima obra y serán mencionados en su
momento. Lo importante es el entendimiento de cómo Cyber Slayer en su núcleo
más conciso es una historia de amor fallido, con un final agridulce,
donde poco nos podemos conciliar con quién fue presa del desamor, y más bien nos
lamentamos por Kong, como una víctima de su propia ingenuidad.
Saya no Uta brinda una nueva perspectiva para evitar ese incomodo final
agridulce, dándonos otro final todavía más agridulce, sin embargo, no en los
protagonistas sino en el mismo jugador. Y en retrospectiva, poco se podía
prever tal desenlace considerando como fueron las condiciones al comienzo. Ya son
considerados clásicos sus primeros minutos, donde seres monstruosamente
indescriptibles pronuncian cosas incomprensibles en un escenario digno de ser
el infierno. El protagonista (Fuminori) sólo quiere escapar de la forma más
rápida posible, es un segmento corto, aunque asfixiante, sólo hasta que cambia
de punto de vista comenzaremos a entender la dinámica y ser capaces de familiarizarnos
con los diferentes enfoques (una ventaja de su lectura en primera persona).
En el mundo derruido de Fuminori sólo hay una cosa bella, Saya. Una
chica con la apariencia de estar a comienzos de su adolescencia, pero su
actitud, origen y naturaleza esconde mayores y oscuros misterios, que poco a
poco serán revelados. La decisión acerca del cómo luce es por si sola, una
de las características brillantes de la obra; en Cyber Slayer, la nueva
Ruili era una muñeca de aspecto también infantil, Saya lo es más. Aparte de la
previsible razón sobre “apuntar a un público”, son las implicaciones que tienen
sobre la historia y aquello que está siendo explorado lo que vuelve un acierto al
planteamiento visual.
En el caso de Ruili era un contrapeso en la evolución de la percepción
del personaje, durante las primeras memorias se comportaba como una niña
inocente, al avanzar exhibía actitudes oscuras, desinhibidas y maduras,
contrastando en quien era al cómo luce. Saya lleva todavía más lejos la idea,
porque desde el comienzo ya exhibe comportamientos no coherentes al cómo se
presenta, como una desconexión con el mundo, alto apetito sexual y disposición
para ser de utilidad para Fuminori. Así, el único símbolo de belleza en un
mundo demacrado, es una belleza imposible de existir o de ser valorada en un
entorno moral, precisamente lo que no tiene la historia.
La mayoría de reseñas concuerdan sobre la ambientación como una de sus
fortalezas, adjudicada de “Lovecraftiana” porque el origen de Saya
pertenece a lo inexplicable referente al horror cósmico. En sí, es un dispositivo
orgánico diseñado por una raza desconocida para esparcir su presencia, es
decir, cuando llegué el momento dará su existencia en favor de “repoblar” el
planeta, cuyos nuevos habitantes suponemos son esos seres monstruosos que
decían ser los amigos de Fuminori durante los primeros minutos. Más no es
meramente el único concepto tomado de Lovecraft, el cómo se aborda y cambia al
mundo también es intrínseco a tal tipo de historia.
Ryouko y Kouji son proactivos a deshacerse de Saya, dependiendo de la
ruta podrán o no lograrlo, más nunca cuestionan el lugar sobre los orígenes de
Saya o sobre si acabarán a quienes fueron los planificadores, e incluso en la
ruta donde es eliminada se paga un coste muy alto y no del todo satisfactorio
(luego profundizaré). Es decir, no importa de dónde viene Saya, o el qué
exactamente es, sencillamente es, y la comprensión de su existencia está por
encima del ser humano, una característica plenamente Lovecraftiana.
Y la otra implicación es la moralidad, es muy mencionado como Fuminori
es cada vez más y más inmoral, no obstante, debe precisarse. En Cyber
Slayer existía un código moral/tradicional sobre el cuál evaluar la historia,
habían 2 que tenían una confrontación de costumbres milenarias respecto al
manejo del cuerpo y disponerse al afrontar una pelea, no es así en Saya no Uta.
Es decir, por definición cualquier historia de desarrollarse en la modernidad
tiene un código moral, “el moderno”. Excepto que no partimos de una narración
ubicada en la normalidad sino del nuevo mundo de Fuminori.
Fuminori va cambiando su moralidad porque está desconectándose de su
realidad, cuándo es consciente por primera vez del asesinato no se inmuta
porque no reconoce al otro, sólo acabo con una masa deforme. En la separación
verbal con Yoh pese a sonar cruel para cualquiera escuchando, es una acción
necesaria según sus términos y no le dijo nada a “ella” sino algo que se le
parece. Así que en términos de su moralidad “no hace nada malo” sino que se
refugia en un terreno gris, su nueva moralidad, la cuál es casi la ausencia
de la misma, dónde lo único que importa es la veneración de lo bello, de Saya.
Esa nueva moralidad que es más “amoralidad” en vez de “inmoralidad”
se resquebraja un poco a la mención de violencia contra You cuándo tiene
apariencia humana a ojos de Fuminori. Determinando que su nueva creencia es
frágil, pero podría haberse vuelto fuerte, debido a otra constante de su
actitud que ya abordaremos. Así, Fuminori es inmoral a ojos del jugador y de
cualquier otro personaje humano, más no para el protagonista quien solamente
actuaba en consecuencia de aquello que veía, por lo tanto, aquello en lo que
creía. Otra idea derivada de las historias de Lovecraft donde la moral humana
es puesta a tela de juicio y en últimas casi ignorada o siendo las que impulsan
hacia la locura de los protagonistas. Para rematar está contextualización, tenemos
a la misma existencia de Saya.
Saya carece de descripciones morales acerca de lo incorrecto, no del
dolor del que puede ser presa gracias a su asimilación de contenidos “humanos”
y al ser un ente orgánico. Es decir, su existencia está guiada por el placer
suyo o el de Fuminori, hedonista si quieren encajarla en alguna corriente
filosófica, más no es necesario enredarnos, tomemos como la referencia al autor
estadounidense. En las historias de Lovecraft los seres del espacio no piensan
acerca del ser humano, es absurdo considerar que entes más viejos que el tiempo
consideren unas normas sociales de una sociedad que no es ni el suspiro de su
existencia, Saya no es así de antigua, sino que viene de la misma naturaleza.
A la mención de violencia contra You que Fuminori rechaza con desagrado,
Saya no puede entender el porqué, la propuesta al realizarla era lógica, es
decir la “heriría, pero eventualmente sanaría”. No es cuestión de correcto o
no, sino de utilidad y eficiencia. Sin embargo, su proposición no está exenta
de “sí misma” porque explica como verla en dolor le produce placer, así que
Saya si se distancia un poco de sus hermanos mayores que no cuentan con
opiniones acerca de lo que les gusta o no, sencillamente hacen y buscan, ella
es motivada por placer más este no se sujeta a ninguna moral, sino a su ética.
Definiendo la Moral como “perteneciente o relativo a las acciones de las
personas, desde el punto de vista de su obrar en relación con el bien o el mal
y en función de su vida individual y, sobre todo, colectiva” (cambiar
mentalmente a personas con entes por obvias razones) encontramos que, primero, Saya
no tiene concepción férrea del bien o mal (a nivel social), sino de placer y dolor,
conceptos similares en entes sin sociedad, completamente diferentes en seres
sociales (como los humanos), y segundo, su “función colectiva” sólo incluye a
Fuminori, y este sólo está atado al seguir su moral siempre y cuando la
observe, ósea, exista dentro de su mundo.
Por eso las acciones de crueldad no son presentadas o analizadas en
término de bueno/malo como narración, sino que sólo pueden verse de tal manera
desde el espectador, que se repugnará o desagradará por la caída moral del
protagonista, más este posterior a la primera decisión (y de haber seleccionado
esa opción) ya está listo para asumir las consecuencias de su camino en
términos de placer o dolor, es decir estar o no con Saya. Cambia el eje común
de la mayoría de narrativas, donde prima el mensaje y la moraleja, Saya no
Uta no viene a profesar ninguna enseñanza, sino el contar una experiencia, uno
que puede llegar a ser tan brillante que parece incoherente considerando el
envoltorio de todo aquello que la precedió.
Las escenas sexuales fueron varias veces de las contras que más leía en
las diferentes reseñas y estoy en pleno desacuerdo. La evolución de Fuminori
hacia volverse más y más dependiente de Saya sucede a través de dos vías: De
Violencia y la Sexual, porque ambas son degradación en la moral de Fuminori
para el lector mientras que son un acercamiento a lo que es Saya. Estaría
incompleto el abordaje si solamente tuviéramos el apartado de crueldad, porque la
degradación y no reconocimiento de “El otro” también involucra el despojarlo de
su dignidad, ello a través de la violación y el abuso.
Es otro paso que se pule desde Cyber Slayer, porque en aquel, la mayoría
de escenas sexuales también son violaciones, sólo que en su mayoría contra
entes que si bien de apariencia humana, tenían de eje el que tan “humano” llegaban
a reaccionar. En Saya las escenas +18 pueden clasificarse en 2: El vínculo Saya/Fuminori
y la corrupción de Fuminori. En la primera es un acierto, porque el amor como
centro sin haberse consumado poco podría pasar más allá de platónico
contradiciendo nuestra historia de amor, y referente a la degradación moral, es
la demostración de cómo de haberse dado el tiempo, el rechazo de todo aquello
que consideraba correcto (es decir, humano) hubiese llegado, y como
demostración, tenemos a su poca vacilación en utilizar a Yoh como carnada para
Kouji.
Porque Yoh no es como aquellas muñecas sexuales del Cyber Shangai,
Fuminori sabe que fue alguna vez humana (y que en parte lo sigue siendo), más la trata con la misma
consideración que un perro, para su entretenimiento y disfrute. Es decir,
habiendo roto las vacilaciones de violencia contra el ser humano, tanto física
como sexualmente ¿Acaso puede seguírsele considerándole como tal? La
misma Ryouko se lo aclara a Tonoo “Ya es demasiado tarde para él” cuándo
demuestra su resolución para matar a Fuminori. Si, él ya ha dejado de ser
humano.
Y habiendo abandonado su humanidad (ósea lo “bueno”) ¿Por qué sentimos
empatía? Ese concepto que se repite religiosamente como esencial al momento de
construir una historia, y que parece incoherente al protagonista. Es debido a
que Urobuchi sabe que no debe ser “bueno” o “proyectable” sencillamente
debe ser lo que es por elección del autor, un protagonista.
La mencionada escritura en primera persona es una bendición porque
ahonda todo lo que haga falta para construir ese sentimiento de empatía, el “Sentimiento
de identificación con algo o alguien”, es decir, si vivimos esa historia desde
primera mano, hemos cumplido todo lo que necesitamos, no es “proyectarnos a”
sino “identificar qué”, sabemos por qué Fuminori hace lo que hace, si está bien
o mal es intrascendente, lo importante es seguir la línea de aquello narrado.
Reconocer cuál fue el engranaje de sus pensamientos para llegar a tal
conclusión, y en el fondo, si nos horrorizamos, es gracias al entendimiento
de aquello aberrante pero lógico.
Y he ahí donde convergen todas las mencionadas ventajas de utilizar el
punto de vista de sus amigos como testigos morales, tienen la brújula de lo
“correcto” que también tenemos nosotros como jugadores, más hay una importante
desventaja, no son el protagonista. Pese a que Kouji y Ryouko son los “buenos”
(antihéroes por si quieren algún otro título), y cuándo estamos leyendo desde
su perspectiva captamos perfectamente que sus resoluciones/actitudes son lo más
cercanas a ser correctas, es inevitable verlos como los enemigos, que únicamente
está intentando separar a una pareja de enamorados.
Aún si son nuestro punto de agarre para evaluar una degradación moral del protagonista, solo lo son en ese momento durante SU verdad, porque luego volveremos a Fuminori, donde las acciones volverán a cambiar de criterios para la evaluación moral. Similar a como en Cyber Slayer podíamos evaluar la historia en términos de quién fue el culpable, en Saya no Uta si bien hay un punto que moralmente es correcto para nosotros, sólo lo será durante un tiempo definido, siendo un choque constante y que, a su vez, nos desconecta de nuestra propia evaluación moral.
Porque todas, absolutamente todas las reseñas coincidían en lo mismo, en su horrorosamente bello final, porque triunfo el amor, el verdadero. Y como no estarlo si Saya no Uta es en toda la regla, una historia de amor.
- ¿Una relación entre 2 solitarios? Si
- ¿Es consentido, ambos se quieren en su totalidad? Si
- ¿Hay rastros de abuso, alguno obliga al otro a hacer cosas que este no quiere? No
- ¿Existe un esfuerzo en comprender al otro? Si
- ¿La sociedad les rechaza? Si
- ¿Hay un sacrificio de alguna de las partes (o ambas) para lograr su amor? Si
Obviamente son meramente algunos puntos y varios son abstractos a
propósito, más sirven para ejemplificar lo importante, una historia de amor
prohibido, donde contrario a Kikokugai no es desamor, más tampoco es juntos
para siempre, pero si lograron un legado conjunto cuyo único precio fue toda la
humanidad.
Y para que tales sentimientos nos hubieran llegado debía existir esa
cualidad ya mencionada, la “empatía” demostrada a través de los pequeños
momentos que Fuminori compartía con Saya, en donde se preocupaban por él
otro, porque sólo se contaban entre sí, en las comidas que tenían (por
escabrosas que fueran) o las conversaciones casuales en una bañera (por
problemáticas que fueran). Cuando están separados Fuminori se siente incómodo y
leemos esa perspectiva, logrando que el regreso a casa sea más acogedor tanto
para él, como en nosotros.
De remate, el mencionado final, porque todos sabemos el poder de un sacrificio puro. En sí el acto de consumación implica la absorción del planeta en algo abstracto, pero no puede evitar ser bello, sean las palabras, la música, o el sentimiento, es el fin del mundo más tierno que he visto. Saya que es un ser capaz de aterrorizar y ser detestable para la mayoría de lectores, se convierte durante unos minutos en lo más humano de toda la novela, elevándose eternamente la ironía, porque su moral jamás coincidió con la de la sociedad, sin embargo, su acto final es digno de las novelas románticas que devoró durante un tiempo. Es una promesa de amor eterno.
Hay 3 finales según las rutas escogidas, en el gráfico lo he
representado como AV (Amor Verdadero), AP (Amor Separado) y AR (Amor Roto). El
primero es al que me he referido a lo largo de la reseña porque es el más
“extenso” y quién más refleja la tonalidad y temática de la obra. AP es el
final donde Kouji con Ryouko mata a Saya y Fuminori, en teoría, un final ¿positivo?
En AP la última acción que realiza Saya antes de morir es cariñosamente posar
su “mano” sobre el rostro de Fuminori, así que ni en su final han separado
el amor entre ambos, no se puede decir que han “perdido”, murieron juntos,
uno al lado del otro. Mientras que Kouji al sobrevivir se enfrenta a un Shock
Postraumático, donde poco puede hacer, duerme mal, tiene alucinaciones y es
incapaz de relacionarse con los demás, si el tiempo sanará sus heridas es el
único consuelo que tiene, porque la pistola con la que ahora carga es una salida,
por si vuelve a enfrentarse a algo imposible, más no será para dispararla
contra ese otro.
Y AR es el rechazo a la primera decisión de la novela, donde la
resolución es una separación entre ambos personajes, el desenlace más
inofensivo de todos, sólo posible en el Fuminori que añoraba su mundo de
coherencia y otra belleza más allá de la de Saya. Si es correcto o no, poco
importa, sólo está a juicioso del protagonista que añoraba esa antigua
realidad, y aun así, le es negada.
Los 3 finales tienen consecuencias sobre los personajes, sea el que sea, nadie saldrá indemne del encuentro que la casualidad les ha unido, puede parecer injusto, más el destino no conoce de atenciones especiales. Ha ocurrido y nada lo podrá cambiar, se nos presentan rutas, cada cuál con algún detalle que ayudará a entender ese gran panorama general, un entramado que puede parecer sencillo, más es en el reconocimiento de cómo aplico herramientas generales y normas básicas para concebir algo varias veces mayor a lo que parecía ser, donde se entiende porque sin importar el paso de los años, sigue impactando y fascinando.
Tanto así que no volvería a tener tanta repercusión, su próxima novela
‘Zoku Satsuriku no Django -Jigoku no Shoukinhubi’ (2007), sería la última de
su autoría (en términos de completamente ser su crédito, porque es invitado a
FGO para escribir SIN), de todas formas, los aficionados a las novelas le
seguirán teniendo respeto y consideración, pocos lograron tanto en tan poco
tiempo o constancia. De quienes son una estrella fugaz que ilumina con
fuerza sin importar el paso de los años.
En sí el análisis es sólo temático, pero no quiero terminar sin mencionar la excelente banda sonora de la obra, Silent Sarrow, Schizophrenia o Song of Saya, sólo por nombrar algunas, ni siquiera necesito mencionar a que me evoca cada una. Cualquiera que haya leído la novela, tendrá densos sentimientos enlazados, sean unos grotescos monstruos gesticulando sonidos irreconocibles, o la indescriptible hermosura de unas alas abriéndose en medio de la inmundicia. ¿Un monstruo? Pero, si parece… un ángel.
Como mencione al principio, no considero a Saya no Uta como quien inicia
una “revolución” o inaugura una nueva etapa en el género de “terror”, si he de nombrar
a la precursora del horror moderno la encuentro más en el Higurashi (2002) de
Ryuukishi07, especialmente por su aporte a la escena independiente y otras
cuestiones ajenas al reportaje. Tampoco implica que Saya no haya generado
impacto, claro que sí, numerosos autores la tienen de referente y sigue siendo
un indiscutible clásico entre el público.
Para siempre será eterna la historia de amor entre esos dos solitarios,
como incluso en el desierto, hay alguien que se enamorará de una pequeña flor,
y así, la vida sigue.
Sigueme